lunes, 17 de junio de 2024

No Me Ames

En el sol de invierno habita un extraño,
sensible y sin tacto.

Tan lleno de dudas cómo de sentires, con miedos reales y otros más sutiles.
No me ames, porque no se manejarlo.
Porque sueño tanto y me equivoco aún más.
Mí pecho está lleno, mis días son cortos y mis noches inmensas.

No me ames, yo no lo merezco. Todas mis flores siempre se marchitan.
Es que yo agonizo, ya me estoy muriendo...
Deslizo en degradé, a tonos más fríos. 

No me ames, no sé si podrías, tal vez te contagies, mejor no me ames.

No lo hagas, podría no soltarte, tatuarme tu nombre, penarte sin verte en cada partida.

No me ames, pero si lo haces, por favor, rescátame pronto, antes de que muera, quede la cáscara y solo respire.




jueves, 6 de junio de 2024

Despertar...

Despierta... La experiencia en la Tierra llegó a su fin. Regresamos...

Aprendiste sobre el amor, la desesperación, la tristeza y la alegría.

Experimentaste sentimientos y en tu caso, un crecimiento del alma que te acerca una nueva existencia a la que solo se puede acceder, pasando antes por aquí.

El desafío de la experiencia humana ha sido sin duda agotador. No es para cualquiera y sin embargo es parte de un sistema muchísimo más grande.

Creo que si me decían antes todo lo que iba a pasar, sin duda hubiera dicho que sí (claro que sí, porque ¿de que otra forma hubiera sido posible experimentar toda la gama de sensaciones humanas sino es siendo humano?).

Tengo que confesar que estando dentro del mundo terrícola, la cosa cambia. La incertidumbre, la incerteza, la falta de seguridad que sufrimos cuando desconocemos la trascendiencia que ahora, ya libres de la montaña rusa que es la condición humana, damos por sentada... Toda esa fragilidad de consciencia es verdaderamente un desafío.

Puedo afirmar también, ya después de la experiencia, que no me arrepiento de haberla transitado. A pesar de todas las dificultades. Y no se si tanto por las alegrías, que valoro, claro está, sino por la sabiduría de las cicatrices adquiridas. Aunque me quedé con la sensación que faltó mucho por aprender (más que una sensación, es también una certeza, sí).

En definitiva, ha sido tremendo viaje y ya ha terminado.

Tengo la posibilidad de volver, de dar otra vuelta más... No estoy tan seguro. Valió por supuesto el paso por ese mundo, pero no sé si quisiera repetir el proceso, y menos si no puedo hacer vívido en mí recuerdo el aprendizaje anterior. Quizás no alcance con la intuición de un alma vieja que llega de nuevo a dar otra vuelta... No, creo que no alcanza, me la voy a pegar un montón de veces más. Si de hecho esa es la idea... ¿Por qué volvería entonces?

Solo se me ocurre que lo haría por los demás. A Buda eso fue lo único que lo retuvo... Lo entiendo. No sé si soy tan necesario, todo lo que hay que transmitir, ya ha sido dicho, solo que pocos escuchan.

Es lindo despertar también. La paz y la armonía vibrando en el todo, es imposible de describirle a un humano. 

Es tan llamativo que vivan en esa incertidumbre, inmersos en la ley de la finitud, cómo si fueran certezas incuestionables. Es que solo con ellas se puede entender la razón de la creación.

Uno cree que el destino de grandeza, de plenitud o de felicidad (si es que existe como tal) es una ruta que seguimos y que segun el tipo de conductor que seamos, podemos alcanzar o no. ¡Que poco entendermos el plan!

No sé si quiero otra vuelta... No hay ninguna experiencia que desee con tanto fervor volver a transitar... casi ninguna, bah.

Por ahí el tiempo lineal, el amor verdadero de esos en los que se nos va la vida, las noches de verano... Privilegios que pocos tienen y aún menos reconocen como tales. En fin.

La clave es saber que las vicisitudes y los sinsabores, son solo parte de algo más grande, mucho más incluso que un periodo vital.

Estoy despertando, pero quizás me quede un ratito más...




domingo, 27 de agosto de 2023

El Gran Plan

 


No tengo dudas que hay un Gran Plan. Que todos somos parte de algo más grande. Algo que nunca vamos a poder llegar a dimensionar, ni siquiera medianamente comprender.

No tengo dudas, porque en definitiva es evidente que muy poco de lo que nos pasa en nuestra vida es realmente mérito propio. No elegimos demasiado en nuestro camino.

No elegimos donde nacemos, ni nuestros padres, donde estudiamos, y el contexto en el que crecemos. Ergo, tampoco tenemos ninguna responsabilidad en la constitución de nuestra personalidad, que en definitiva nos es dada por todo eso. Ni nuestro nombre es elección propia.

Al tener poco que ver en cómo se formó nuestra personalidad, tampoco tenemos mucho margen al momento de tomar decisiones durante nuestros jóvenes años, ya que lo hacemos en base a la constitución psicológica que nos ha tocado. Las amistades y vínculos que nos acompañan desde temprana edad son dados por una afinidad de personalidad que ya tenemos formada, sin aporte alguno nuestro.

El camino de la responsabilidad se va formando de a poco, en la medida en que somos conscientes de nosotros mismos. De lo que queremos, de la escala de valores que sostenemos, de porque nos gusta lo que nos gusta y de las consecuencias de las decisiones que tomamos.

Lamentablemente, este proceso no es nada rápido, y hasta que llegamos a ese punto, nuestras decisiones, nuestros resultados, son una simple consecuencia de una construcción que nos es absolutamente ajena.

Nuestro mérito es de alguna manera escaso, pero no inexistente. La construcción moral, una vez establecida, nos pertenece por completo. Las elecciones morales que hacemos, la decisión de "hacer lo correcto" no es de nadie, más que de uno mismo. Queramos o no, construimos una filosofía propia, personal, que se sustenta en los valores que desarrollamos a partir de una base que aunque no es propia, los valores que emergen de ella sí lo son. Podemos nacer y crecer en múltiples diferentes circunstancias, pero todos aprendemos lo que esta bien y lo que está mal. Ulpiano enseñaba el "alterum non laedere", ese deber general de no dañar al otro, como tradicionalmente se explica. Aunque en verdad, es algo más. No hace falta que el daño se produzca, el deber es evitar la posibilidad del mismo: podemos simplificarlo en "respeto".

El libre albedrío navega esas aguas. Las del respeto al otro y a uno mismo. Las que nos llevan a una costa o la otra, dependiendo de cuanto nos respetemos, cuando escuchemos nuestros anhelos, nuestra propia filosofía y a su vez, respetemos a los otros.Todo lo demás, nos ha sido dado.

Es difícil determinar si lo que no es dado es mayor, o más determinante que nuestro libre albedrío,  a veces parece muy poco este último, aunque en una encrucijada, la elección moral puede ser tan determinante como el Gran Plan mismo.

Al final del día solo podemos dar lo mejor de nosotros y después, la conspiración universal hará su parte. La experiencia humana es en definitiva, transitar este proceso. Nada más.

sábado, 31 de diciembre de 2022

2022

No voy a despedirte. Porque creo que no se despide a los años, ni a las personas. Despedir tiene más que ver con desechar que con saludar. 

Pasó recién otro año más. Siempre estos días son un tiempo raro de reflexión y por alguna razón estos tiempos siempre resultan algo movilizantes para cada uno.

Si hay algo bueno que te puede dejar un tiempo pasado es aprendizaje. O más exactamente sabiduría. Una historia vivida es, antes que nada, una experiencia atesorada. Una marca en ese mural que conforma el tejido constitutivo de nuestra alma.  A veces quisiera resistirme a los finales...

Reconozco que los años solo pueden durar sus 365 días cada uno. Pero es de Perogrullo que hay días más preferibles, más memorables que otros. Días que uno quisiera repetir, retener, estirar. Pero hay otros que parecen no terminar jamás, eternos como esas cicatrices de la infancia.

Puede terminar el año y comenzar otro, sí. El calendario es indiscutible, pero creo que voy a tener la irreverencia de retener algunas de sus partes. En especial aquellas que fueron tan especiales como el café de la mañana.

Supongo que este año que comienza me va a explicar de que se trató el anterior. Siempre pasa eso con los años. Algo me dice que quizás la explicación sea buena, no sé. Así y todo, ya esta decidido: Ciertas partes que pasaron, me las voy a quedar tal cual. Por especiales, por reveladoras, por profundas.

En definitiva, siempre sostuve que somos solo algo más que la suma de nuestras experiencias y aprendizajes. Solo podemos ser quienes somos hoy, por lo que fuimos ayer. Protagonizamos un devenir que muta mientras también mutamos.

No tengo claro el Gran Plan (¡¿Que no daría por saberlo?!)… pero la sensación -o certeza- que me acompaña, es que no está compuesto de azar. Y que en definitiva… somos todos parte de algo más grande.


miércoles, 26 de mayo de 2021

Kairos

Es increíble como ilumina la Luna. En noches de Luna llena y cielo despejado, la noche no es tan noche, o mejor dicho la noche no es oscura y es muy, muy noche.

“La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos” decía Pablo mientras plasmaba en letras su tristeza.

Que diferentes somos de día y de noche. Mucho tiempo me pregunté en cual de esos momentos se mostraba el verdadero ser. Creo que en verdad el verdadero ser se muestra en ambos momentos, como también puede permanecer oculto en cualquiera de ellos.

“¿Como no haber amado sus grandes ojos fijos?” Quizás el Todo a veces nos posa su mirada. Un instante nomás y nos cambia. Por un breve momento somos en toda nuestra vulnerabilidad, en todo el error que podemos ser, en toda la lucidez de la posibilidad. ¿No les pasa a veces?

En momentos así, el mundo cotidiano jaquea su propio sentido. Las preocupaciones de siempre y los contextos se vuelven poco importantes. Efímeros, como los imperios. Pasa cuando a veces el Uno, en su insondable esencia que sobrevuela todo lo que hace, nos mira. De pasada, por un momento casi sin tiempo, al recorrer la creación toda, caímos brevemente en el cuadro que pinta con su prometea mano.

¿Y que me pasa cuando sucede? Pasa el Kairós. Me doy cuenta de lo importante. No hago demasiado, hay que decirlo también. Solemos evitar profundizarlo y buscamos volver a la ceguera cotidiana. Sería como arrancarse los ojos para cuidar la vista. Es comprensible, igualmente. Pasa que con el Kairós viene el recessus, esa angustia de palpar lo inalcanzable. El impulso de correr como lobos y la frustración inmediata de no encontrar el bosque para hacerlo.

El Kairos es solo eso, nada menos que eso. La crisis se repite en la banda de moebius hasta que al fin, alguna vez, le devolvamos al Uno la mirada, para finalmente ser consumidos por el fuego que no quema… pero renueva.