viernes, 27 de marzo de 2020

La muerte al lado (parte 2)


Ya la estaba extrañando.

En un mundo de cuarentena y miedo a un virus invisible, tuve que salir de mi casa a realizar un trámite en el centro, por impostergables obligaciones laborales. Conducía de regreso mi auto y mientras estaba atento a la avenida vacía de vehículos, me di cuenta que la Muerte estaba sentada en el asiento del acompañante.

Siempre callada. Con la vista al frente y esa envidiable inexpresión que tiene su rostro, el cual en definitiva, es igual al mío. Nunca me mira, por suerte. Pero no hace falta, su sola presencia alcanza para que me sienta diferente, vivo.

Estos tiempos son tiempos de miedo en el mundo y el miedo es la semilla de todo lo malo. Odio, inseguridad, violencia, rencor, dolor. Me doy cuenta que la peor epidemia es el miedo y creo que es el virus más grave.

Manejaba por una ciudad casi desierta junto a la Muerte y durante ese breve instante me sentí muy vivo. Afortunado de estar en plenas condiciones mentales y físicas. Consciente de lo breve de mi estadía en el mundo y por eso, algo consternado por el posible devenir del futuro. Cuando la muerte esta lejos, solemos perder mucho el tiempo. Por eso me agrada que cada tanto se siente a mi lado, tan sobria vestida pero tan presente, porque siempre me pregunta lo mismo: ¿Qué es lo importante? Y toda mi escala de preocupaciones se ve alterada.

En particular no es el momento de la muerte lo que más me preocupa, sino más bien la vida cuando ella llegue. Una vida que se resista a entregarse y solo vaya soltando de a poco, por partes, como una soga que se nos va resbalando de la mano. Eso me asusta un poco más.

Se preguntaba Mary Shelley: ¿Quién, tras un grave desastre, no ha vuelto la vista atrás con asombro ante la inconcebible torpeza de comprensión que le impidió percibir las numerosas hebras con que el destino teje su red, hasta que se ve atrapado en ella?

Tener a la Muerte al lado nos recuerda que podemos estar tejiendo esa red sin darnos cuenta. No sé si es posible evitar esa torpeza, pero creo que al menos es mejor intentar tomar conciencia de ella y estar al menos un poco más atentos. En definitiva, prefiero pensar que el destino es algo negociado.





jueves, 13 de febrero de 2020

Café

Me empiezo a dar cuenta que el instinto gregario es eso: un instinto. Y los instintos no se quitan, no se domestican, solo se pueden, en el mejor de los casos, administrar. “Impulso natural, interior e irracional” que nos compele a ser parte de un colectivo humano determinado. Es eso.

Y del otro lado está el ermitaño. Ese arquetipo del Tarot que solo le pega a algunos, a quienes creemos que pensamos. A aquellos que buscamos, al menos a algunos de aquellos. Pero el ermitaño es sabio, y solo porque es sabio es que puede estar solo. No es que la sabiduría sea un requisito o una cualidad inherente, sino que es lo único que vuelve a la soledad soportable, agradable o preferible. La sabiduría toma café con los instintos.

No tengo claro el devenir de este relato, solo su comienzo, rasgo común de las aventuras verdaderas: sabemos cómo empiezan, pero no como terminan.

Por lo pronto decidí asumir que me pienso, o que al menos quiero hacerlo, que trato de hacerlo, aunque con bastante pereza. En estos tiempos de hipérconectividad las redes sociales son una tecnológica hermosamente peligrosa, nos abren a un montón de ideas y posibilidades y a una monumental pérdida de tiempo también.

Así que por un instante espabilé y me puse a escribir. Lo hago porque de alguna manera es también hacer trampa: soy consciente que nuevamente tengo que tomar decisiones (como si esa actividad sea esporádica y no un continuo que casi todo el tiempo está sucediendo sin que nos demos cuenta). Y como las decisiones no estarían llegando (¡Que iluso! Decidimos siempre y no hacerlo es también una decisión), me puse a escribir. A poner en papel este estado de flujo en el que las palabras, las ideas brotan, toman forma y empiezan a dirigirse hacia algún lado. Guardo la esperanza que en ese proceso las respuestas aparezcan… Ya les contaré más adelante que sucede en este punto.

Por lo pronto estoy aquí tomando un café. Me encanta sentarme a tomar un café. Lo haría todos los días, en cualquier momento, mañana, tarde o noche. Yo creo que en la vibración correcta, es casi como levantar un círculo mágico súbitamente alrededor. Solo tiene que llegar el pocillo y prepararse, tomar el primer sorbo y… listo. Estamos en otro lado, en un micromundo en el que fluye nuestra interioridad (si, “interioridad” ¿Que tiene? ¿Se entiende, no?). Fluyen pensamientos varios, cosas que leer, cosas que escribir, cosas que analizar. Si estamos con alguien surge el diálogo, el ida y vuelta a veces hablando, a veces silencioso, quizás cómodo o quizás muy incómodo, pero siempre pasan cosas.

Hoy paré en un café de la Av. Corrientes, le fui infiel a mi gusto por los bares y cafés palermitanos, pero simplemente quería algo más cerca, o quizás quería variar, no sé.

Así que en este café, un domingo cualquiera de verano en Buenos Aires, golpeo con mis dedos la pantalla táctil de mi tablet y voy viendo que pasa, la gente a mi alrededor y los misterios del mundo. Yo creo que no hace falta irse hasta Petra para encontrarse con ellos, quizás solo basta con un café, una incomodidad y algo para escribir.



miércoles, 1 de enero de 2020

2020


Leí por ahi que el calendario maya tiene un día llamado “día fuera del tiempo” o algo así. No es el 1º de enero, pero bien podría serlo. No por cuestiones astronómicas como el caso de los mayas, sino más bien por cuestiones sociales: es el primer día del año según nuestro calendario, feriado y con esa cierta “calma” luego de los obligados festejos de fin de año.

Quizás nos queda algún almuerzo restante o quizás simplemente la tranquilidad de un día de descanso.

Tiempo obligado de breves (y a veces efímeros) balances, nuevas metas y deseos para la nueva etapa que gregorianamente decidimos comenzar hoy.

Los contextos son, en definitiva, circunstancias. Como llegamos a hoy personal, familiar, social o políticamente son solo una instantánea del momento. Este momento. Hay algo seguro: nada es definitivo. Y por eso está prohibido quedarnos quietos.

Ningún rumbo es invariable y siempre es posible el golpe de timón. Si mantenemos el curso, que sea porque queremos, porque creemos que estamos yendo a donde queremos ir y no porque nos dejamos llevar, porque no nos animamos a otra cosa.

Cabe la posibilidad que no exista un puerto de llegada, sino más bien hitos en el viaje.

Por mi parte me voy a proponer simplemente planificar un poco más. No importa si los planes cambian sobre la marcha. Peor es no tener ninguno. “Dejar fluir” es un estado de conciencia más que un plan de vida.

Y aunque la vida es eso que sucede mientras hacemos planes, lo cierto es que los planes son parte de la vida y de una u otra forma, influyen en los acontecimientos que nos van sucediendo.

Planifiquemos grandes cosas y si cambiamos después esos planes, no importa. Importa agarrar el timón y ver qué pasa.

Leven anclas.


domingo, 25 de agosto de 2019

Tango



Entendí el tango de grande, cuando me di cuenta que era la amalgama que mantenía unidos los ladrillos que forman el núcleo de mí alma.

Sí, es verdad que el núcleo del alma es, si es que existe tal cosa, solo una pequeña parte de ella. Pero sería, en todo caso, la parte más definitiva del ser o al menos de mí sentir. Nostalgia. Es eso.

Sutil condición de transcurrir sabiendo que siempre falta una pieza (a lo menos) del rompecabezas. Todo puede ser, pero la mayor parte no es.

¿Por qué será que siempre la pieza que nos falta del rompecabezas es la que quedó atrás? Nunca te das cuenta del paso del tiempo hasta que tomas conciencia de que ya pasó. Una porquería! Para peor, cuando ya se tiene eso asumido, a veces se va más allá, y se llega a tener nostalgia de la nostalgia misma vivida en el pasado. Tremendo... ¡Qué caros que son algunos momentos! No hay forma de juntar para pagar por ellos de nuevo.

Por lo menos siempre quedan las palabras. Estás que pueden ser dichas o mejor aun,  escritas. Son el consuelo final que al menos permiten hacer sentir que lo que sea que pase, vale la pena, tiene un sentido, aunque mas no fuera el de poder dejar plasmado un sentimiento, dándole el arte de la prosa. Algo es algo. No nos preocupemos por que tan bien nos salen, lo importante es expresar, es la única forma de supervivencia.

Tenemos que desterrar a la ansiedad. No es buena. Nos hace vivir hoy el mañana, pero ese mañana no existe hoy! Es de locos...

También a veces la ansiedad nos trae el ayer, nos lo revive y nos amaga a proyectarlo en el futuro solo para enrostrarnos que no estará... Vaya sadismo!

A lo lejos parece quejarse un bandoneón... No está tan lejos, pero en definitiva nunca llego a tocarlo. 

Voy a intentar añorar el futuro, solo para variar un poco.

sábado, 27 de abril de 2019

El Sentido del Tiempo

Epifanías instantaneas, tan breves como el recuerdo de un beso, se hacen presentes de cuando en cuando para recordarme que el tiempo pasa y se termina. Que no existe tal cosa como lo perpetuo. Que este trabajo, esta persona y esta rutina un día llegan a su fin. Y al igual que muchas cosas de la vida, esos finales suelen ser tan repentinos como el amor mismo.

A veces me pregunto: ¿Que estoy haciendo? ¿Por que me involucro tanto en una cotidianidad pasajera y dejo pasar lo importante? ¿Por qué nos negamos a escuchar nuestros deseos? O peor aún los escuchamos pero muy poco hacemos al respecto.

Y el tiempo pasa... Siempre pasa. ¿Por qué carajo se pasa?
¿Donde quedaron los amores de verano? Las trasnoches inolvidables, los paseos por el mundo, las rutas a la costa, los naipes del bar, las risas infinitas y sus besos inmortales...

En algún momento el mundo se hizo mucho más grande. El tiempo cambio de sentido ¿Fue cuando los recuerdos llenaron tanto el cajón que se empezó a hacer difícil cerrarlo? ¿O fue cuando empezamos a darlo por sentado?

La seguridad nunca sirve para nada. Lo único seguro es que al final la muerte siempre llega temprano.

Esta noche el silencio no grita, solo conversa conmigo. Y después de un rato a veces es necesario salir corriendo. No se trata de huir, sino más bien de sobrevivir. Tomar consciencia, aunque sea por un breve lapso, que solo estamos a una decisión nomás de cambiar el mundo.

Quizás el sentido del tiempo esté en el conflicto... Quizás no. Quizás se trate de la duda. Esa duda que nos hace andar, intentar y equivocarnos. El tiempo tiene sentido cuando lo miramos. Es necesario prestarle atención. Ahora... ¡El tiempo está pasando! El error es quedarse quietos.

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