domingo, 24 de abril de 2011

Apuntes sobre Jung


O aproximaciones a una psicología alquímica (parte 1)

La “imaginación activa” como define C.G. Jung, es cierta forma de meditar imaginativamente por la cual podemos entrar deliberadamente en contacto con el inconsciente y hacer una conexión consciente con fenómenos psíquicos. Mientras, en cierto sentido, es comparable a las formas orientales de meditación o a los métodos occidentales como los ejercicios espirituales de los jesuitas, es a la vez fundamentalmente distinto porque el meditador permanece vacío por completo de toda meta o programa consiente. Se propone establecer un dialogo activo en estado de vigilia con el inconsciente, indagando en una imagen de un sueño por ejemplo, para interrogarla sobre su origen, significado, etc.

¿Que buscamos cuando nos miramos a nosotros mismos? ¿Qué vemos?

Algo hay en algunos de nosotros que nos lleva a cuestionarnos. Que nos hace inconformes y padecientes del mundo, como un animal sacado del bosque en el que vive y llevado a vivir a otro lado, que tiene arboles y tierra, pero que no es bosque y mucho menos el suyo. Tanto tiempo en ese lugar, el animal empieza a perder conciencia de sí mismo (y muchas de sus capacidades se duermen, puesto que no son compatibles con ese entorno en el que vive).

Navegar por los mares del “si-mismo” junguiano es el trabajo del hombre que siente que no está en su bosque y quiere recordarlo, puesto que ansía el regreso sin saberlo.

El si-mismo es la piedra filosofal, o la materia prima de ésta. Se conforma de la sumatoria del consciente y del inconsciente, de la unión de los opuestos. Es la totalidad del ser. Este sí-mismo no es ajeno al mundo exterior, sino que se integra con él, conformando el inconsciente colectivo. En este gran “todo”, Jung explica la existencia de una relación entre la psique inconsciente y la materia.

El hombre corriente solo tiene en cuenta a la consciencia ordinaria y no se integra con la totalidad de su ser, y así el sí-mismo no se le revela. Podría decirse que “padece” a su inconsciente.

Pero el impulso interior de la realidad humana no puede ser detenido, aunque si adormecido. La insatisfacción que se siente frente al mundo o los abismos del vasto campo del inconsciente se revelan en los sueños, que expresan en símbolos las necesidades del inconsciente y arrojan pequeñas migas de pan en el camino de Hansel y Gretel.

Navegar por el sí-mismo debiera acercarnos a la “individuación” o el estado de realización personal. Esto no es lograr todos los bienes que uno quiere, sino la plena consciencia de nuestro sí-mismo. Es sentir la unidad. No es un conocimiento intelectual, es una transformación vivencial que no solo es pensada, sino fundamentalmente sentida, aprehendida.


jueves, 30 de diciembre de 2010

De Crísticos y Cristianos



Recibí un mail de una buena amiga mía a quien veo muy poco, con salutaciones generales por fin de año a su gente, en la cual me encontraba yo. Sabía de antemano que ella estaba por un camino espiritual cristiano.

En su mensaje compartía su alegría de sentirse “plena” con las elecciones que había tomado y expresaba que su deseo para el año que comienza es que todos logremos sentirnos de esa manera.

Confieso que la primera vez que leí el mensaje, sentí confusión. ¿Cómo uno puede sentirse “pleno” realmente? ¿En este mundo tan lleno de dudas y tribulaciones, alguien logra sentir la plenitud? Me alegró que lo haya logrado y a la vez me confundió, puesto que yo no he podido.

Plenitud nos dice el diccionario que es el apogeo, el momento culminante de algo.

¿Cómo es posible lograr eso en un estado cotidiano?

En la fe cristiana, claro, eso es posible por la “comunión con Cristo”. Esto es tomar sus enseñanzas y tener la convicción que su ser esta junto a uno y acompaña nuestros pasos. Es simple.

Cualquiera que se proponga un cristianismo sincero, debería lograr esa plenitud. Sin embargo, al repasar los evangelios, paradógicamente no he logrado captar que ese ser llamado Jesús, se haya sentido él mismo pleno. Por el contrario, padeció persecuciones, enfrentamientos, acosos, tribulaciones, angustias y un terrible martirio. Pero sin embargo, nada de esto lo desvió jamás de su camino, de su enseñanza.

¿Cuantos sufren también estos pesares? ¿Cuántos que a pesar de ello, persisten con entereza procurando ser mejores cada día? ¿Cuantos son cristicos?
Por otra parte, están los cristianos: aquellos quienes buscan la plenitud en la palabra. La paz de la comunión. La transformación interior hacia un estado espiritual armónico.

Así se nos presentan dos maneras de cristiandad. Los cristianos, que siguen la enseñanza de Cristo, tratan de practicar su doctrina del amor al prójimo y sintiéndose cerca de él siempre, elevan su espíritu. Son los faros de luz que contagian y se nutren.
Y los crísticos, que aunque tratan igual de seguir su enseñanza, padecen también la angustia del mundo, sufren sus vicisitudes y pese a la dificultad, tratan de llegar a otros como tratan de llegar a sí mismos. Son los guerreros, que descienden a los infiernos, antes de alcanzar el cielo.
Cristicos o cristianos, son definidos como tales por su propia naturaleza, aunque la presencia de Cristo esta en ambos, ya sea en la paz de la armonía o en la guerra de la tribulación. Caras de una misma moneda, que el mismo Jesús previno: “Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor, yo he vencido al mundo” (Juan 16.33).

La última acepción del término plenitud en el diccionario explica que “plenitud de los tiempos” es la época de encarnación de Jesucristo.

Que el 2011, nos haga plenos a todos.

lunes, 21 de junio de 2010

Sobre la Fe

El rabino Zuya tenía tanta fe que se propuso conocer los misterios divinos. Para ello, decidió imitar la vida de Moisés.
Durante años, intentó comportarse como el profeta, sin conseguir los resultados esperados. Una noche, agotado tras mucho estudiar, cayó rendido en sueños.
En sus sueños, Dios se le aparecía:
-¿Por qué estás tan perturbado, hijo mío? –preguntó.
-Mis días en la Tierra terminarán, y estoy lejos de llegar a ser como Moisés –respondió Zuya-. He luchado con todas mis fuerzas, sin resultado alguno.
-Si Yo necesitara de otro Moisés, ya lo habría creado –dijo Dios-. Cuando te presentes delante de Mí para el Juicio Final, no te preguntaré por qué no fuiste como Moisés, sino quién fuiste tú. Intenta ser un buen Zuya.

(cuento sufi de Paulo Cohelo)

domingo, 27 de diciembre de 2009

La formula secreta en el mito del Minotauro

En el laberinto de nuestro interior, reside siempre una bestia. Y solo el amor la redime.
Ariadna, era hija del rey Minos, su casta no solo era real, sino divina, pues su padre descendía del propio Zeus. Tenía un medio hermano, Asterión, el Minotauro, que encerrado en un laberinto mataba anualmente a 14 jóvenes que le servían de alimento. Hubo una vez que Ariadna se enamoró de uno de ellos. Su nombre era Teseo, y por amor a él lo ayudaría a vencer al Minotauro, si él prometía llevarla de Creta y hacerla su esposa. Así fue. Ariadna pidió ayuda a Dédalo (quien había construido el laberinto) y éste simplemente le dio un ovillo de hilo de lino, con el cual su héroe podría encontrar la salida. Ariadna, sostendría en su mano una punta del hilo, esperándolo a la salida mientras él, sosteniendo el otro extremo se adentraría en el laberinto a cumplir su cometido. Y así lo hicieron. 
Esta es la historia tan conocida, tantas veces contada y a la vez, tan poco comprendida. Esta es la formula del amor perfecto. Como Ariadna, al amor perfecto no podemos salir a buscarlo, sino que nos llega, viene a nuestro encuentro. En esta historia de amor no hay uno, sino dos héroes. Teseo que vence a la bestia y rescata a Ariadna, y la propia Ariadna, que se juega y se revela contra sí misma y su país por amor a Teseo. 
La leyenda del Minotauro nos cuenta la clave del amor. Sus personajes son representaciones de nosotros mismos, facetas de nuestra propia historia. Ariadna es una joven virgen con linaje real y divino. Es que el amor verdadero no le llega a todos (la realidad es abrumadoramente concordante con esto). Debemos tener una esencia que no es de este mundo y mantenernos puros en ella. Su medio hermano era una bestia encerrada en un laberinto, pero no por ello menos conciente de sí y de su condición. El Minotauro representa la parte animal de Ariadna (la emocionalidad impetuosa femenina), que debe ser redimida y que se encuentra en los laberintos de su interior. Una parte que en el fondo espera esa redención. La redención no puede ser dada por cualquier hombre, sino por aquel elegido por Ariadna. Esta elección no es hecha con la cabeza, sino con el corazón. Teseo era un hombre que iba a morir en manos de la bestia. De tantas personas que pueden pasar por su vida (y perecer en ella a causa de su animalidad), Ariadna eligió a Teseo y se dio completa a él. Y él la aceptó. A partir de allí, la mujer asume también su papel heroico, pues decide sacrificarse a si misma, abandonar su país y colaborar para que su héroe mate a su Minotauro y la rescate. En otras palabras, ella elige al hombre que deberá vencer a una parte de ella. Su ayuda es simple (le entrega un hilo de lino), pero su decisión trascendente. Ariadna fue la sostenedora, la paciente guardiana del hilo que le permitiría a Teseo escapar del Laberinto para retornar a ella. La fuerza femenina que espera y contiene a la fuerza masculina que busca y vence. Algunos dicen que tambien le entrega una espada, simbolo de la masculinidad, con la que mata al minotauro.
Así redimieron juntos a la bestia y perpetuaron el amor que fue el origen y el destino de todo.

viernes, 25 de diciembre de 2009

El angel caído desconocido

En alguna terraza de la calle Mayor de Madrid está la menos conocida de las estatuas sobre un ángel caído. Como llegó este ángel a caerse allí? No lo sé. Quizás fue llamado por algún viejo mago alquimista. Quizás en algún apartamento del edificio en cuya terraza reposa, estaba lo que el ángel buscaba…
Dicen que no es Lucifer, que no cayó por envidia ni celos a la humanidad, dicen que no se había opuesto a Dios. Era solo un ángel que simplemente no estaba contento en el cielo. Y que había contemplado el amor, como solo se logra en la tierra.
El ángel simplemente no aceptó su destino corriente, pues el amor humano vivido desde lo alto no pudo sino conmoverlo hasta el punto de entender que su propia perfección que se ve desde la tierra, era monotonía vivida desde el cielo.
La estatua refleja el momento exacto de su caída. Sus pies hacia lo alto y su cabeza golpeando el suelo. Su cuerpo... inerte, pues solo se cae a la tierra dejándose llevar sin control alguno. No es la famosa estatua del parque del Retiro, coronando una fuente, majestuosa como el momento que representa. Es una estatua pequeña, desapercibida, extraña.
Si bien la Historia privilegia al ángel que cayó por soberbia, este ángel ignoto, cayó por amor.
Ese amor era tan humano, que no le trajo la paz celestial, sino que lo llevo a la confusión de los laberintos de la materia. Por que renunció a los cielos para venir a la tierra? Porque sintió como humano, y así fue más que ángel, más que hombre. Cayó a la tierra porque en realidad, nunca perteneció solo al cielo.
Dicen que no es el único, que otros ángeles sin nombre cayeron también.
Perdieron sus alas y caminan entre los humanos, sin serlo. Viven la realidad de la tierra sin sentirse contentos en ella, pues su esencia viene de lo alto. No son conocidos en la sociedad. Incógnitos, sufren la cotidianidad sin entender porque, pues con sus alas, se fue también su recuerdo del cielo.
Quien esculpió la estatua lo sabía, y por eso su obra. Discreta, como los mismos caídos. Solo visible a los ojos capaces de comprender.
Cuentan que la obra la esculpió una mujer, que se había enamorado del ángel. Ella también había conocido el cielo.
El amor de ambos era tan profundo que hacia brotar sus naturalezas divinas y con ellas todo el dolor de la tierra que las contenía. La imperfección de la materia, solo puede ser tolerada por aquellos que son de la materia.
Sin saberlo ellos buscaban su retorno, cada vez que su amor se expresaba, se sentían llegar al cielo. Pero así también la tierra los castigaba y el peso del mundo caía sobre ellos.
Dicen que nunca se dan por vencidos. Que en algún apartamento de ese edificio de la calle Mayor en Madrid, aun se encuentran a invocar su amor, pues sienten que es lo único que les revela quienes son. Aunque se han olvidado del cielo, saben que no creen en la tierra.
Pero padecerán la tierra hasta que su amor la venza y mientras tanto, deberán deambular por ella.
Los ángeles caídos viven el camino del eterno retorno, inquietos en la tierra, buscando y sintiendo un amor más grande que ellos mismos.
Son los herederos del cielo, siempre que logren que ese amor los rescate de la tierra.

En la calle Mayor esta esa misteriosa estatua sin nombre. Fija sobre una terraza, que pasa casi desapercibida a los ojos de los hombres. Discreta, como la historia que representa.