miércoles, 1 de enero de 2020

2020


Leí por ahi que el calendario maya tiene un día llamado “día fuera del tiempo” o algo así. No es el 1º de enero, pero bien podría serlo. No por cuestiones astronómicas como el caso de los mayas, sino más bien por cuestiones sociales: es el primer día del año según nuestro calendario, feriado y con esa cierta “calma” luego de los obligados festejos de fin de año.

Quizás nos queda algún almuerzo restante o quizás simplemente la tranquilidad de un día de descanso.

Tiempo obligado de breves (y a veces efímeros) balances, nuevas metas y deseos para la nueva etapa que gregorianamente decidimos comenzar hoy.

Los contextos son, en definitiva, circunstancias. Como llegamos a hoy personal, familiar, social o políticamente son solo una instantánea del momento. Este momento. Hay algo seguro: nada es definitivo. Y por eso está prohibido quedarnos quietos.

Ningún rumbo es invariable y siempre es posible el golpe de timón. Si mantenemos el curso, que sea porque queremos, porque creemos que estamos yendo a donde queremos ir y no porque nos dejamos llevar, porque no nos animamos a otra cosa.

Cabe la posibilidad que no exista un puerto de llegada, sino más bien hitos en el viaje.

Por mi parte me voy a proponer simplemente planificar un poco más. No importa si los planes cambian sobre la marcha. Peor es no tener ninguno. “Dejar fluir” es un estado de conciencia más que un plan de vida.

Y aunque la vida es eso que sucede mientras hacemos planes, lo cierto es que los planes son parte de la vida y de una u otra forma, influyen en los acontecimientos que nos van sucediendo.

Planifiquemos grandes cosas y si cambiamos después esos planes, no importa. Importa agarrar el timón y ver qué pasa.

Leven anclas.


domingo, 25 de agosto de 2019

Tango



Entendí el tango de grande, cuando me di cuenta que era la amalgama que mantenía unidos los ladrillos que forman el núcleo de mí alma.

Sí, es verdad que el núcleo del alma es, si es que existe tal cosa, solo una pequeña parte de ella. Pero sería, en todo caso, la parte más definitiva del ser o al menos de mí sentir. Nostalgia. Es eso.

Sutil condición de transcurrir sabiendo que siempre falta una pieza (a lo menos) del rompecabezas. Todo puede ser, pero la mayor parte no es.

¿Por qué será que siempre la pieza que nos falta del rompecabezas es la que quedó atrás? Nunca te das cuenta del paso del tiempo hasta que tomas conciencia de que ya pasó. Una porquería! Para peor, cuando ya se tiene eso asumido, a veces se va más allá, y se llega a tener nostalgia de la nostalgia misma vivida en el pasado. Tremendo... ¡Qué caros que son algunos momentos! No hay forma de juntar para pagar por ellos de nuevo.

Por lo menos siempre quedan las palabras. Estás que pueden ser dichas o mejor aun,  escritas. Son el consuelo final que al menos permiten hacer sentir que lo que sea que pase, vale la pena, tiene un sentido, aunque mas no fuera el de poder dejar plasmado un sentimiento, dándole el arte de la prosa. Algo es algo. No nos preocupemos por que tan bien nos salen, lo importante es expresar, es la única forma de supervivencia.

Tenemos que desterrar a la ansiedad. No es buena. Nos hace vivir hoy el mañana, pero ese mañana no existe hoy! Es de locos...

También a veces la ansiedad nos trae el ayer, nos lo revive y nos amaga a proyectarlo en el futuro solo para enrostrarnos que no estará... Vaya sadismo!

A lo lejos parece quejarse un bandoneón... No está tan lejos, pero en definitiva nunca llego a tocarlo. 

Voy a intentar añorar el futuro, solo para variar un poco.

sábado, 27 de abril de 2019

El Sentido del Tiempo

Epifanías instantaneas, tan breves como el recuerdo de un beso, se hacen presentes de cuando en cuando para recordarme que el tiempo pasa y se termina. Que no existe tal cosa como lo perpetuo. Que este trabajo, esta persona y esta rutina un día llegan a su fin. Y al igual que muchas cosas de la vida, esos finales suelen ser tan repentinos como el amor mismo.

A veces me pregunto: ¿Que estoy haciendo? ¿Por que me involucro tanto en una cotidianidad pasajera y dejo pasar lo importante? ¿Por qué nos negamos a escuchar nuestros deseos? O peor aún los escuchamos pero muy poco hacemos al respecto.

Y el tiempo pasa... Siempre pasa. ¿Por qué carajo se pasa?
¿Donde quedaron los amores de verano? Las trasnoches inolvidables, los paseos por el mundo, las rutas a la costa, los naipes del bar, las risas infinitas y sus besos inmortales...

En algún momento el mundo se hizo mucho más grande. El tiempo cambio de sentido ¿Fue cuando los recuerdos llenaron tanto el cajón que se empezó a hacer difícil cerrarlo? ¿O fue cuando empezamos a darlo por sentado?

La seguridad nunca sirve para nada. Lo único seguro es que al final la muerte siempre llega temprano.

Esta noche el silencio no grita, solo conversa conmigo. Y después de un rato a veces es necesario salir corriendo. No se trata de huir, sino más bien de sobrevivir. Tomar consciencia, aunque sea por un breve lapso, que solo estamos a una decisión nomás de cambiar el mundo.

Quizás el sentido del tiempo esté en el conflicto... Quizás no. Quizás se trate de la duda. Esa duda que nos hace andar, intentar y equivocarnos. El tiempo tiene sentido cuando lo miramos. Es necesario prestarle atención. Ahora... ¡El tiempo está pasando! El error es quedarse quietos.

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domingo, 28 de octubre de 2018

La Cruzada


Cada individuo tiene el peso de su existencia y en el momento que descubre que ella resulta liviana, intrascendente y pasatiempista, en el momento en el que toma conciencia de ello, esa levedad se vuelve inmediatamente insoportable. Así nos cuenta Milan Kundera y es muy difícil no estar de acuerdo.

A veces me pregunto si el amor es suficiente. Si al amar damos profundidad a nosotros mismos. ¿Será que nuestra completud está en el dar? Es posible. Deberíamos consensuar primero que amar es dar.

¿Será que, en verdad, lo que nos impulsa día a día es esa zanahoria que está atada a nosotros delante nuestro, que siempre corremos y nunca alcanzamos? ¿Qué haríamos sin una meta? ¿Qué haríamos si no tuviéramos siempre un objetivo a cumplir (terminar una carrera, comprar una casa, resolver un problema, visitar un país, montar un negocio, tener un hijo, etc.)?

Quizás se trate, al final del camino, de simplemente prolongar la vida... O quizás no…

Me parece que el mundo nos obliga a sumar experiencias. Quizás es lo único que en verdad tiene sentido, porque al fin y al cabo es lo único que realmente hacemos aquí: experimentar. Solo quisiera que el proceso no implicara grandes penas que a veces nos tocan.

Hay que procurar penar menos. A como dé lugar. No digo con esto evitar todo sentimiento que melle nuestro ánimo, sino simplemente evitar ese crack que algunas veces la vida impone a nuestra alma. En esos altibajos que se llama vivir, es menester amortiguar el pico inferior. Esa es una cruzada permanente y, si me permiten una sugerencia, hagamos que esa cruzada no sea solo personal, en la medida que veamos a otro transitando esa parte baja, esa pena profunda, aportemos. Algo, una palabra, un rato de tiempo, un abrazo. Esa debe ser quizás la hermandad a la que todos debemos sumarnos. La Gran Cruzada. Porque cada uno transita su camino y vive su experiencia, pero nada mejor que poder salir rápido cuando nos tocan las grandes caídas. El gran amor de unos hacia otros que las religiones pregonan no es otra cosa que ese. Tan simple, tan raro a veces.

Invito a todos a sumarse a esa cruzada: extender una mano a quien pena. No es material la cosa, ni se trata de solucionarle la vida, es solo unos gramos de empatía.


sábado, 1 de septiembre de 2018

Nunca se vive suficiente



Tomo un café frente a la ruta. El vidrio de la ventana me resguarda del viento frío de sudestada en esta mañana soleada. La calma que impera en el parador del camino se interrumpe cada tanto con el ruido de un motor que se proyecta desde el silencio, ruge un instante y luego se aleja hasta devolver la quietud al momento. El tic tac del mundo siempre es perfecto.

Nunca se vive suficiente, decía la Mala. Es cierto. El café junto a la ventana es el mismo desde hace años, pero nunca se repite. Cada vez es otra vez, otro encuentro. Creo que este tiempo es el único tiempo que existe, por eso siempre hay que prestarnos atenciòn. Quien no se detiene en su reflejo no conoce al oponente.

Quise ponerme a leer las noticas de hoy, pero me di cuenta que son intrascendentes. La noticia que importa es que los unicornios no existen. Eso sí es un problema, porque hay que buscar la magia en otro lado. Pero uno existe, aquí y ahora. Y ya aprendí que la tragedia de hoy es el recuerdo del pasado de mañana… quizás esa sea la verdadera y única magia.