lunes, 2 de marzo de 2009

La verdad, que está en el más interior de los misterios, se parece al Sol; pues, sólo al ojo de un águila (el alma del hombre capaz de recibir la luz) le es permitido contemplarla. La mirada de cualquier otro mortal queda deslumbrada y la oscuridad lo rodea en la misma luz.
Jamás el gran algo, que está en lo más interior de los santos misterios, fue ocultado a la vista de águila de aquel que es capaz de recibir la luz.
Dios y la Naturaleza no tienen misterios para sus hijos. El misterio está sólo en la debilidad de nuestro ser, que no es capaz de soportar la luz y que aún no está organizado para la visión casta de la verdad desnuda.
Esta debilidad es la nube que cubre al santuario, es el velo que oculta el santo de los santos.
Pero, para que el hombre pudiese recobrar la luz, la fuerza y su dignidad perdidas, la divina amante se rebajó a la debilidad de sus criaturas y escribió las verdades y los misterios interiores y externos en el exterior de las cosas, a fin de que el hombre, por medio de ellos, pueda lanzarse al espíritu.

Karl Von Eckartshausen