lunes, 16 de mayo de 2011

Apuntes sobre Jung (parte 2)

Nosotros y el Todo
El Inconsciente Colectivo... la última frontera. Jung entendía que en la humanidad existe una memoria colectiva, en donde residen los símbolos que ha ido construyendo y que han influenciado las conciencias de las personas. Esto es el inconsciente colectivo, aqui es donde se hallan los arquetipos (conceptos que vinculan a todas las cosas, como abstracciones que se aplican de diferente forma a todo lo que conocemos y lo que no). El inconsciente colectivo es un entramado del que forma parte la totalidad de los inconscientes individuales. Una red que conecta la psiquis de todas las personas. Acceder conscientemente a él nos permitiría sin duda expandir nuestra percepción de nosotros mismos. Es transformar el si-mismo para avanzar a un estado superior en el que reconocemos que no estamos aislados en el mundo, sino que somos el mundo.

La finalidad de todo proceso de búsqueda interior es sin duda estar mejor. Mejorar nuestra “condición humana”, salir de un estado de padecimiento, por cualquier causa que este fuere, para sentirse mejor.

Es natural en muchas personas un estado de sutil, pero generalizada insatisfacción, lo que muchas veces llamamos “angustia existencial”. Por que hago todo lo que hago? Cuál es mi propósito? Por que nada me llena? Muchos lo sienten, solo algunos se lo preguntan y muchos menos son los que deciden hacer algo al respecto (“muchos serán llamados, pocos los elegidos”).

A partir de esa decisión empieza la búsqueda. Sabemos, aún sin pruebas, que existe un estado de consciencia más elevado, en donde el mundo (es decir nosotros mismos) tiene realmente sentido. No podemos probarlo, pero lo sabemos, como sabe una persona que existe el amor y lo busca, aún cuando tal vez nunca haya estado enamorada. Es así que quienes se resisten a la estructura social material (o como me gusta llamarla, la “matriz”) padecen. Y es porque padecen, que buscan.

En la visión de Jung, esa búsqueda debe darse puertas adentro, en nuestro inconsciente. Sin embargo, no consideraba que la realidad humana fuera un conjunto de conciencias (e inconscientes) simplemente aglomerados en una misma realidad, sino que el inconsciente del hombre forma un tejido que trasciende lo individual.

No puede pensarse el inconsciente personal sin vincularlo, de una u otra forma, con el inconsciente colectivo. La aventura de conocerse a uno mismo es sin duda una aventura de vida, un proceso. Transitar ese proceso naturalmente nos va a llevar a una transformación, no solo interior, sino también exterior.
Desde lo material, cuando empezamos a procurar cambios en nuestra persona, innegablemente vamos a observar cambios también en nuestro entorno, en la forma de relacionarnos con los demás y en las decisiones que tomamos. De igual manera, desde lo inmaterial, profundizar en el conocimiento de nuestro inconsciente individual hará que transcendamos la barrera de lo individual y nos mostrará un vínculo más tangible con el inconsciente colectivo.

No hay que olvidar sin embargo que la experiencia humana es una experiencia individual. No venimos al mundo a fundirnos en un todo y disolver nuestro yo, de la misma forma que no venimos simplemente a existir en rutinas y formas de vida que apenas se diferencian de la animalidad primitiva del hombre (comer, trabajar, dormir y reproducirse) sino por el contrario, venimos a desarrollarnos como individuos (verdadero sentido de todo padecimiento). Puede parecer paradójico que para lograr ello debamos lograr un vínculo estrecho con una “totalidad”. Lograr ser “unidad” dentro de la “Unidad”.

Este proceso es quizás, el verdadero sentido de la vida. Aunque arquetípico, sus variantes y posibilidades son tantas como cada uno de los individuos que existen, por lo que el camino que recorra cada uno, solo es válido únicamente para esa persona que lo recorre.