domingo, 25 de agosto de 2019

Tango



Entendí el tango de grande, cuando me di cuenta que era la amalgama que mantenía unidos los ladrillos que forman el núcleo de mí alma.

Sí, es verdad que el núcleo del alma es, si es que existe tal cosa, solo una pequeña parte de ella. Pero sería, en todo caso, la parte más definitiva del ser o al menos de mí sentir. Nostalgia. Es eso.

Sutil condición de transcurrir sabiendo que siempre falta una pieza (a lo menos) del rompecabezas. Todo puede ser, pero la mayor parte no es.

¿Por qué será que siempre la pieza que nos falta del rompecabezas es la que quedó atrás? Nunca te das cuenta del paso del tiempo hasta que tomas conciencia de que ya pasó. Una porquería! Para peor, cuando ya se tiene eso asumido, a veces se va más allá, y se llega a tener nostalgia de la nostalgia misma vivida en el pasado. Tremendo... ¡Qué caros que son algunos momentos! No hay forma de juntar para pagar por ellos de nuevo.

Por lo menos siempre quedan las palabras. Estás que pueden ser dichas o mejor aun,  escritas. Son el consuelo final que al menos permiten hacer sentir que lo que sea que pase, vale la pena, tiene un sentido, aunque mas no fuera el de poder dejar plasmado un sentimiento, dándole el arte de la prosa. Algo es algo. No nos preocupemos por que tan bien nos salen, lo importante es expresar, es la única forma de supervivencia.

Tenemos que desterrar a la ansiedad. No es buena. Nos hace vivir hoy el mañana, pero ese mañana no existe hoy! Es de locos...

También a veces la ansiedad nos trae el ayer, nos lo revive y nos amaga a proyectarlo en el futuro solo para enrostrarnos que no estará... Vaya sadismo!

A lo lejos parece quejarse un bandoneón... No está tan lejos, pero en definitiva nunca llego a tocarlo. 

Voy a intentar añorar el futuro, solo para variar un poco.