miércoles, 1 de enero de 2020

2020


Leí por ahi que el calendario maya tiene un día llamado “día fuera del tiempo” o algo así. No es el 1º de enero, pero bien podría serlo. No por cuestiones astronómicas como el caso de los mayas, sino más bien por cuestiones sociales: es el primer día del año según nuestro calendario, feriado y con esa cierta “calma” luego de los obligados festejos de fin de año.

Quizás nos queda algún almuerzo restante o quizás simplemente la tranquilidad de un día de descanso.

Tiempo obligado de breves (y a veces efímeros) balances, nuevas metas y deseos para la nueva etapa que gregorianamente decidimos comenzar hoy.

Los contextos son, en definitiva, circunstancias. Como llegamos a hoy personal, familiar, social o políticamente son solo una instantánea del momento. Este momento. Hay algo seguro: nada es definitivo. Y por eso está prohibido quedarnos quietos.

Ningún rumbo es invariable y siempre es posible el golpe de timón. Si mantenemos el curso, que sea porque queremos, porque creemos que estamos yendo a donde queremos ir y no porque nos dejamos llevar, porque no nos animamos a otra cosa.

Cabe la posibilidad que no exista un puerto de llegada, sino más bien hitos en el viaje.

Por mi parte me voy a proponer simplemente planificar un poco más. No importa si los planes cambian sobre la marcha. Peor es no tener ninguno. “Dejar fluir” es un estado de conciencia más que un plan de vida.

Y aunque la vida es eso que sucede mientras hacemos planes, lo cierto es que los planes son parte de la vida y de una u otra forma, influyen en los acontecimientos que nos van sucediendo.

Planifiquemos grandes cosas y si cambiamos después esos planes, no importa. Importa agarrar el timón y ver qué pasa.

Leven anclas.