Cada individuo tiene el peso de
su existencia y en el momento que descubre que ella resulta liviana,
intrascendente y pasatiempista, en el momento en el que toma conciencia de
ello, esa levedad se vuelve inmediatamente insoportable. Así nos cuenta Milan
Kundera y es muy difícil no estar de acuerdo.
A veces me pregunto si el amor es
suficiente. Si al amar damos profundidad a nosotros mismos. ¿Será que nuestra
completud está en el dar? Es posible. Deberíamos consensuar primero que amar es
dar.
¿Será que, en verdad, lo que nos
impulsa día a día es esa zanahoria que está atada a nosotros delante nuestro,
que siempre corremos y nunca alcanzamos? ¿Qué haríamos sin una meta? ¿Qué haríamos
si no tuviéramos siempre un objetivo a cumplir (terminar una carrera, comprar
una casa, resolver un problema, visitar un país, montar un negocio, tener un hijo, etc.)?
Quizás se trate, al final del camino,
de simplemente prolongar la vida... O quizás no…
Me parece que el mundo nos obliga
a sumar experiencias. Quizás es lo único que en verdad tiene sentido, porque al
fin y al cabo es lo único que realmente hacemos aquí: experimentar. Solo
quisiera que el proceso no implicara grandes penas que a veces nos tocan.
Hay que procurar penar menos. A
como dé lugar. No digo con esto evitar todo sentimiento que melle nuestro
ánimo, sino simplemente evitar ese crack que algunas veces la vida impone a
nuestra alma. En esos altibajos que se llama vivir, es menester amortiguar el
pico inferior. Esa es una cruzada permanente y, si me permiten una sugerencia,
hagamos que esa cruzada no sea solo personal, en la medida que veamos a otro
transitando esa parte baja, esa pena profunda, aportemos. Algo, una palabra, un
rato de tiempo, un abrazo. Esa debe ser quizás la hermandad a la que todos
debemos sumarnos. La Gran Cruzada. Porque cada uno transita su camino y vive su
experiencia, pero nada mejor que poder salir rápido cuando nos tocan las
grandes caídas. El gran amor de unos hacia otros que las religiones pregonan no
es otra cosa que ese. Tan simple, tan raro a veces.
Invito a todos a sumarse a esa
cruzada: extender una mano a quien pena. No es material la cosa, ni se trata de solucionarle la vida, es solo unos
gramos de empatía.