domingo, 27 de agosto de 2023

El Gran Plan

 


No tengo dudas que hay un Gran Plan. Que todos somos parte de algo más grande. Algo que nunca vamos a poder llegar a dimensionar, ni siquiera medianamente comprender.

No tengo dudas, porque en definitiva es evidente que muy poco de lo que nos pasa en nuestra vida es realmente mérito propio. No elegimos demasiado en nuestro camino.

No elegimos donde nacemos, ni nuestros padres, donde estudiamos, y el contexto en el que crecemos. Ergo, tampoco tenemos ninguna responsabilidad en la constitución de nuestra personalidad, que en definitiva nos es dada por todo eso. Ni nuestro nombre es elección propia.

Al tener poco que ver en cómo se formó nuestra personalidad, tampoco tenemos mucho margen al momento de tomar decisiones durante nuestros jóvenes años, ya que lo hacemos en base a la constitución psicológica que nos ha tocado. Las amistades y vínculos que nos acompañan desde temprana edad son dados por una afinidad de personalidad que ya tenemos formada, sin aporte alguno nuestro.

El camino de la responsabilidad se va formando de a poco, en la medida en que somos conscientes de nosotros mismos. De lo que queremos, de la escala de valores que sostenemos, de porque nos gusta lo que nos gusta y de las consecuencias de las decisiones que tomamos.

Lamentablemente, este proceso no es nada rápido, y hasta que llegamos a ese punto, nuestras decisiones, nuestros resultados, son una simple consecuencia de una construcción que nos es absolutamente ajena.

Nuestro mérito es de alguna manera escaso, pero no inexistente. La construcción moral, una vez establecida, nos pertenece por completo. Las elecciones morales que hacemos, la decisión de "hacer lo correcto" no es de nadie, más que de uno mismo. Queramos o no, construimos una filosofía propia, personal, que se sustenta en los valores que desarrollamos a partir de una base que aunque no es propia, los valores que emergen de ella sí lo son. Podemos nacer y crecer en múltiples diferentes circunstancias, pero todos aprendemos lo que esta bien y lo que está mal. Ulpiano enseñaba el "alterum non laedere", ese deber general de no dañar al otro, como tradicionalmente se explica. Aunque en verdad, es algo más. No hace falta que el daño se produzca, el deber es evitar la posibilidad del mismo: podemos simplificarlo en "respeto".

El libre albedrío navega esas aguas. Las del respeto al otro y a uno mismo. Las que nos llevan a una costa o la otra, dependiendo de cuanto nos respetemos, cuando escuchemos nuestros anhelos, nuestra propia filosofía y a su vez, respetemos a los otros.Todo lo demás, nos ha sido dado.

Es difícil determinar si lo que no es dado es mayor, o más determinante que nuestro libre albedrío,  a veces parece muy poco este último, aunque en una encrucijada, la elección moral puede ser tan determinante como el Gran Plan mismo.

Al final del día solo podemos dar lo mejor de nosotros y después, la conspiración universal hará su parte. La experiencia humana es en definitiva, transitar este proceso. Nada más.