lunes, 31 de marzo de 2014

Fragmentos inconclusos (parte 1)

(o partes que encontré por ahi y junté caprichosamente)


Hay distancias que están muy presentes. Y presencias tan distantes.

Pero que es el amor, sino todo ello? Puedo amarte solo por lo que me das? O por lo que me dañas? O por lo que podés ser (y por ende por lo que podés darme)?
No, por eso solo no.


Jesús decía: ama a tus enemigos, porque si solo amas al que te ama, que merito tiene?
Así, si solo te amo por tu amor, por tu hermosura, si solo te amo por tus caricias... que merito tiene?
Y no es que no las conozca, imaginate! Las tengo tatuadas en la piel...

Es la enorme generosidad de tu calor, que conjugado con un amor sublime, lograron un acto alquímico: el elixir de la vida que los alquimistas buscan por años... tuviste la divina generosidad de dármelo. Y sí... hace tiempo me diste vida de nuevo! Y yo soy tuyo por eso.

Mas también he conocido tus enojos, tus malhumores y dolencias. Supe de tus mentiras y tus heridas. Esas, que fueron más poderosas cuando mi debilidad fue grande también. Sentí tu incomprensión acerca de mi incomprensible, inmadura confusión. La rispidez de tu intolerancia frente a mis remolonas vueltas y mi rebuscada lengua. En fin, tu sombra ante mis defectos y mis rarezas.
Ojo, no creas que no las comprendo, muchas de ellas las justifico incluso, pero puedo hacerlo solo ayudado por lo que siento por ti.

Y así navegamos. Tal vez como todos. Tal vez como nadie.

Y luego de tormentas, serenidades, nieblas y barloventos... te miro. Y no es tu luz la que mi corazón abraza sino también tu oscuridad. Conozco tus sombras, y aun así, mi amor no se opaca. Sin tu luz nada habría sido, pero es tu obscuridad la que define el sentimiento. Solo cuando abrazas el lado obscuro del otro, realmente amas.

Dicho está entonces.
Y mientras, me toca desandar ansiedades.
Esas oscuras ninfas que vuelven a acecharme. Y desespero.

Y vos debiste seguir... pasar. Porque sos Asterión pidiendo por Teseo dentro del laberinto, ese que ya te parece extraño. Lo sé y mi pecho se oprime con este conocimiento.

Yo otra vez, vuelvo a encrucijarme. Otra vez por ti. Dulce maestra sos en verdad. Siempre aprendo contigo.
Y esta vez, aprendo a mirar y de a poco abro los ojos. Y te veo de nuevo, y por primera vez me veo (otra vez...).

Mi amor es tuyo, como siempre lo fue. Te pido perdón por no haber sabido expresarlo y también defenderlo para conservarlo siempre tuyo.

Pero hoy también me miro, y estoy como vos, con la misma necesidad de seguir, pero mi Creta es otra, mi laberinto es otro. Yo soy Teseo y solo me queda reconocer a Ariadna en ti, o en alguien más. Creo que ya tengo la punta del ovillo pero no se quien esta en la otra punta.

Estoy como un péndulo entre la ansiedad y el sentimiento. Me duele saberte ajena y aunque lo resisto en estoica moral... me duele.
No sé si desee depender de ti por siempre y ser salvado sin tiempo... (Que dulce atadura!)  o deba al fin crecer, incluso muriendo en el camino (otra vez...)
Hoy a diferencia de ayer, tal vez pueda elegir. Por madurez no sé, pero más por circunstancias.

Reconozco que estoy perdido, aunque no lo estoy, creo que se donde estoy, pero no sé a donde llevan los caminos.


Hay ángel! Te acordas de los tiempos más sencillos? Por qué será que pese a todo están ahí... tan cerca... Tengo tu abrazo sin fin conmigo. Tengo una guerra en mi pecho.

Hay cosas que no pueden ser escritas, hay palabras que son mejores habladas, y aquí todo esta abierto, como la puerta del mundo.

martes, 4 de marzo de 2014

El destino no es inevitable. Es una potencialidad que cada uno abraza o aleja.
La arquitectura del universo es delicada y compleja. Y en ella, nuestra libertad es nuestro mayor riesgo.