Leí por ahi
que el calendario maya tiene un día llamado “día fuera del tiempo” o algo así. No
es el 1º de enero, pero bien podría serlo. No por cuestiones astronómicas como
el caso de los mayas, sino más bien por cuestiones sociales: es el primer día del año según nuestro
calendario, feriado y con esa cierta “calma” luego de los obligados festejos de
fin de año.
Quizás nos
queda algún almuerzo restante o quizás simplemente la tranquilidad de un día de
descanso.
Tiempo
obligado de breves (y a veces efímeros) balances, nuevas metas y deseos para la
nueva etapa que gregorianamente decidimos comenzar hoy.
Los
contextos son, en definitiva, circunstancias. Como llegamos a hoy personal,
familiar, social o políticamente son solo una instantánea del momento. Este
momento. Hay algo seguro: nada es definitivo. Y por eso está prohibido quedarnos
quietos.
Ningún rumbo
es invariable y siempre es posible el golpe de timón. Si mantenemos el curso,
que sea porque queremos, porque creemos que estamos yendo a donde queremos ir y
no porque nos dejamos llevar, porque no nos animamos a otra cosa.
Cabe la
posibilidad que no exista un puerto de llegada, sino más bien hitos en el
viaje.
Por mi parte me voy a proponer simplemente planificar un poco más. No importa si los
planes cambian sobre la marcha. Peor es no tener ninguno. “Dejar fluir” es un
estado de conciencia más que un plan de vida.
Y aunque la
vida es eso que sucede mientras hacemos planes, lo cierto es que los planes son
parte de la vida y de una u otra forma, influyen en los acontecimientos que nos
van sucediendo.
Planifiquemos
grandes cosas y si cambiamos después esos planes, no importa. Importa agarrar
el timón y ver qué pasa.
Leven
anclas.
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