No
podría precisar si cada vez que el Fenix
se encuentra pronto a su extinción por el fuego, este es consciente del
desenlace que habría de tocarle. Y más aún, si este sabría de antemano que
luego de volverse cenizas, resurgiría nuevamente en todo su esplendor.
Me
inclino a pensar que el Fénix solo tomaría conciencia de su próxima destrucción
cuando el proceso que lo lleva a ella ya hubiera comenzado...
Yo
soy el Fenix... y vos también.
En
pocos días todo puede hacerse pedazos. Todos los círculos, todos los sostenes
pueden estallar. Romperse la amistad, romperse los proyectos, romperse el
corazón. Y todo darse en estéreo. Me
pregunto si es el Fénix con sus acciones responsable de su destrucción?
Imposible, los seres no son responsables de su naturaleza. Sólo son
responsables de lo que hagan con ella. El
Fenix llega al punto de perderlo todo porque ES un Fenix, esa es su
naturaleza.
Como
son los últimos días de alguien que está por perder todo? O mejor dicho que ya
está perdiendo todo? Negación, tristeza,
resistencia... todo en espasmos, hasta que ya no queda nada y el final se
vuelve inexorable y presente.
Los
últimos días del Fenix parecían días en apariencia normales, pero durante ellos
fueron sucediendo uno a uno los eventos. El fuego invisible le fue quemando de
a partes. Los círculos empezaron a romperse, hasta qué la víctima quedó sola y
de esa forma perece. Si, perece. El Fenix no se levanta luego de caerse, no
llega maltrecho al último momento y luego se recupera. Esto no es de Fenix. El
Fenix muere, fallece y se desvanece. Y es luego de perecer, que el camino de
resurgimiento comienza. Quizás lento al principio pero en aceleración constante
hasta llegar a su máximo esplendor.
Todos
podemos pasar alguna vez (o más de una vez) durante nuestras vidas por la
odisea del Fenix. Ese proceso en el cual perdemos todo y nos quedamos vacíos,
solos (o al menos eso creemos). Un proceso traumático que no se completa hasta
que ya no queda nada. Perdemos lo que dábamos por seguro. Los proyectos se nos
frustran. Las personas con las que contábamos ya no cuentan. Sin lugar de donde
agarrarnos, sin refugio que nos sostenga, algo muere. Una parte de nosotros, de
nuestra mirada, simplemente se extingue. Y frente a ello debe venir el vacío.
Esta es la forma. A veces no la aceptamos, la combatimos, nos aferramos para
interrumpir el proceso de lo inevitable. Y nuestra voluntad es tan grande que hasta somos
capaces de lograrlo. Pero de esta forma el camino del Fenix se interrumpe. No
hay muerte y entonces, tampoco hay resurrección.
Creo
que el Fenix en algún momento del proceso toma conciencia del mismo y entonces
se deja morir, se deja consumir por el fuego de su propia naturaleza. Porque el
Fenix es en realidad fuego vivo.
Los últimos
días del Fenix son los más difíciles y a la vez los más esperanzadores.
Preludios de la paz sepulcral que ha de venir. Paz por la que luego resurgirá vigoroso.
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